Tuesday, October 02, 2007

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Pensar que el otro día me levanté pensando que no despertaría. El sueño fue profundo, las enormidades del abismo y el oído absoluto me llevaron a las profundidades, el cariño y la inmundicia, a la provocación. El simple hecho de sentirme derrumbado, me produjo la inundación psicológica y drástica. El subconsciente me toma y me descompone.
Viviendo en el mismo mundo de siempre desperté, (las garras de metal me rozaban la piel y me astillaba un frío cálido en la espalda) la brisa corrió y la mano de él me tocó la espalda. El lugar era pequeño. Un espacio abstracto en forma de cubo. No quise morir, por eso tuve que escapar, y el me ayudó, unió sus manos y dejó que yo reposara un pie sobre él. Con una enorme fuerza, me libré de la prisión. Dejándome entrar en otro sistema, más inmundo, menos puro. Claro, esto era porque se podía sentir en el aire el olor a humanidad, ese olor a prejuicios y preconceptos. El maldito olor a ropa sucia, a descompostura, a falta de identidad. Una muestra de lo que son las fotocopias del capitalismo. No hay nada peor en esta vida que usar al capitalismo como copia. El mundo está hecho para progresar, no para copiar, lástima que estos conceptos no los entienda el grueso de la sociedad. Las cosas serían diferentes, en fin, este olor se sentía.
La noche era oscura y la luz era poca. Las persianas casi bajas me permitían ver ese haz de luz. Extendiendo mi mano por debajo, pude tocar la cálida textura de una alfombra, que me remitía a la entrepierna de una dama. El tacto se convirtió en deseo, y la oscuridad me permite imaginarme en otro universo.
Mi compañero aparece de entre la oscuridad y la nada. El balcón es nuestro mundo. Ezequiel me advierte de la existencia de una familia en la otra habitación. Yo no me había percatado de ello. ¿Será el otro universo o las malas lenguas que provocan la dispersión de mis sentidos? Mi mano se encuentra lo necesariamente excitada como para querer ingresar en la otra habitación, así que le pide al cuerpo que lo acompañe. Él levanta la ventana lo necesario como para que pueda penetrar mi cabeza, así pasa mi cuerpo y la luz cega mis ojos. Veo dos hombres a la lejanía, muy bien vestidos, ambos pelados y con micrófonos en sus caras. (la maldita tecnología que no permita las emboscadas).
Al querer ocultarme, me subo en la cama. Aquí los escenarios del tacto se liberan y crecen. Las distintas texturas de carteras y abrigos me generan extrañas sensaciones. (se siente bien). Mi compañero ingresa a la habitación toma un cinturón de cuero y revisa la punta de este mismo. Luego se agacha al costado de la puerta que da al pasillo y mira los movimientos de los guardaespaldas. Uno de ellos nota la presencia de Ezequiel y una insignia de exclamación se prende en su cabeza. Esta insignia es blanca y brilla mucho con pequeñas intermitencias. El guardaespaldas con cada paso que da hacia nosotros se va ennegreciendo y en un parpadeo, en un cerrar de ojos, lo vemos ingresando a la habitación y le apunta a Ezequiel en la cabeza. Yo me volteo al percibir las raras vibras de un ser repugnante. Salto en el aire y le quito el arma a continuación mi compañero le clava la hebilla del cinturón a partir de un latigazo en el ojo de este ser. La sangre chorrea. Ambos nos miramos y una sonrisa picara se escapa de nuestros labios. Tomamos el cuerpo lo colocamos en el costado menos visible.
Yo con un paraguas en la mano y Ezequiel empuñando la hebilla del cinturón, emprendemos a caminar por el pasillo accedemos a un cuarto aledaño al anterior. El habré minimamente la puerta, al percibir la presencia de alguien ingresa a gran velocidad y golpe fugazmente a Beba la empleada domestica, de 62 años, la cual se encontraba hamacando a un bebe. El bebe queda atrapado por el peso muerto de la sirvienta. Yo tomo al mismo con cuidado y lo deposito en la cama.
Una voz se escucha a la lejanía y sentimos que se acerca ya que los pasos cada vez están mas cerca. Segundo antes de entrar una vos aguda y perspicaz llama a la sirvienta. Ambos nos colocamos en el borde de la puerta esperando el ingreso de la misma. Tomamos a Guillermina por detrás y le tapamos la boca. Su piel arrugada y resbaladiza por productos de anti arrugas no nos permite sostenerla bien. Su cara es de miedo pero de un miedo reconocible. Ezequiel ata sus manos con el cinturón y yo con el paraguas toco a la mujer. Mi mano toca el pecho y las pulsaciones son en demasía sus ojos se levantan y el cuerpo se convierte en un peso muerto. Tomamos el cuerpo de nuestra nueva victima y lo llevamos a la cama del otro cuarto. La arrojamos encima de las pieles y las carteras boca a bajo. La misma habitación que nos dio la vida nos hizo enfrentarnos por el territorio con otros. No sabemos por que pero el humano en tierras desconocidas siempre se siente inseguro, perdido y de aquí nace la violencia y el deseo de eliminar. Un tema aparte los estatus que rigen la sociedad. Esos estatus que nos eliminan como personas y que nos transforman solo en seres vivos. Estos pensamientos abundad en mi cabeza.
Ezequiel revisa el cuerpo del guarda espaldas y encuentra un arma se apunta a si mismo ( a su representación) (a lo que lo convirtió la sociedad y el mundo en el cual vive). Luego se apunta a el en el espejos cabeza se torce y ingiere saliva. La abuela en bata ingresa a la habitación. Me habla pero no escucho sus palabras me toma del brazo pero no siento su tacto. Mientras tanto mi compañero se sigue apuntando al espejo sin quitarse la mirada. Mi abuela no se da cuenta de la presencia del arma, o solo la ignora. Ezequiel lentamente comienza a cambiar el rumbo de de su pistola hasta posicionarla en la nuca de mi abuela. En el extremo posterior de mi lengua puedo sentir el frió acido del metal. Ella me aprieta la mano yo no lo siento . arrojo a mi abuela a la cama ella me grita. Ezequiel se corre a un costado deja el arma en el piso, luego se sienta en el piso y junta sus piernas contra su cuerpo. Miriam se para y mis oídos se destapan y escucho el canto de feliz cumpleaños en la lejanía. Veo los cuerpos, escucho un bebe que llora, a mi abuela la veo pero no la escucho se acerca a mi y me empuja, una uña se le rompe y me insulta, no la puedo escuchar pero puedo comprenderla. Toco su seda y siento placer. La sangre de los cuerpos toca la bocamanga de mi pantalón. Ezequiel mira fijo el balcón y gatea hasta el. Caigo al piso desplomado sin saber que hacer. Escucho los pedidos de auxilio de Guillermina mi abuela acude. Mi rostro en la alfombra y la pistola a mi nivel. La tomo volteó la cabeza y alguien se acerca por el pasillo. Cargo la pistola y disparo, mis sesos se esparcen. La auto critica me excedía pero no tomo conciencia de lo ocurrido. Un negro me abunda mas que al comienzo. No soy nada como antes pero la gran diferencia es que ahora no existo carnalmente
Despierto en una cama que no es la mía, vuelvo a nacer. Ahora se que prefiero morir, antes de vivir juzgado.


Agustín Adba

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